Seguimos celebrando hoy el tiempo pascual, esta celebración de cincuenta días de la victoria del Señor resucitado sobre la tumba. Se extiende desde el mismo Domingo de Pascua hasta el Domingo de Pentecostés, cuando marcamos el día en que el Espíritu Santo descendió sobre los primeros apóstoles. En la Última Cena Jesús les dijo a sus discípulos que él y el Padre harían su morada con ellos y les enviaría el Espíritu Santo para recordarles todo lo que les había enseñado. Regocijémonos en esta temporada de Pascua por la presencia permanente de Dios con nosotros. Cada una de las lecturas de hoy mira hacia el futuro mientras nos asegura la presencia continua de Dios con nosotros. Los apóstoles confían en el Espíritu Santo para que los guíe en cuanto a qué prácticas mosaicas son necesarias para todos los cristianos. El autor de Apocalipsis imagina una nueva Jerusalén, radiante en la gloria de Dios. En el Evangelio, Jesús les dice a sus discípulos que el Padre enviaría el Espíritu Santo para enseñarles, recordarles sus palabras y sostenerlos. En presencia del Espíritu, escuchemos atentamente la palabra de Dios.