Después de que los fariseos desafiaran duramente a Jesús, él y sus discípulos emprendieron un viaje de 35 millas hacia el noroeste a una región que estaba en territorio pagano y fuera de la jurisdicción de Herodes y los líderes judíos. Pudo haber sido un tiempo de descanso para Él y Sus discípulos y una oportunidad para que Jesús formara a los discípulos más directamente. Fue durante este retiro que una mujer pagana vino a pedir ayuda a Jesús.
A medida que se desarrolla la historia, vemos que su oración es un modelo para todos nosotros. Primero, reconoce quién es Jesús: el Hijo de David. Esta es una manifestación de su fe y un claro contraste con la falta de fe que Jesús había experimentado con mucha gente en Galilea. En segundo lugar, su pedido se expresa en un lenguaje directo y sencillo: “¡Ten piedad de mí!”. Y, “Señor, ayúdame”. Tercero, su oración es persistente. Jesús le permite manifestar su persistencia callando primero su pedido y luego diciéndole “No está bien quitarle la comida a los niños y echársela a los perros”. Jesús obviamente no dice esto para ser grosero, sino para invitarla a manifestar su fe de manera persistente. Y eso ella lo hace. Finalmente, su oración es de profunda humildad. Ella responde: “Por favor, Señor, porque hasta los perros comen las sobras que caen de la mesa de sus amos. Ella estaba rogando por las “migajas” de la misericordia de Jesús, y recibió Su misericordia en abundancia. ¿Deseas las sobras de la misericordia de Jesús como un perro desea las sobras de la mesa de su dueño? Espero que lo hagas. Esta es la disposición que todos debemos tener en la oración. A veces, por orgullo, podemos pensar que tenemos derecho a la misericordia de Dios. Podemos pensar que Dios nos debe. Y aunque podamos darnos cuenta de que la misericordia no es merecida, debemos permitir que esa verdad penetre profundamente. Por eso esta historia es tan importante. Nos presenta la manera ideal de orar y la humilde disposición interior que debemos tener al acercarnos a Dios.
En oración, siéntese con la imagen de un perro pidiendo sobras de la mesa. Cuando a un perro se le da lo que le sobra, se emociona. Para nosotros, comer las sobras del plato de otro es indeseable. Pero si el “plato” pertenece al Salvador del Mundo y el “alimento” es Su gracia y misericordia, entonces eso cambia todo. Al final, el Maestro también nos invita a la mesa y nos alimenta con el mejor alimento espiritual. Pero eso no cambia el hecho de que siempre debemos tener la disposición humilde ejemplificada por esta humilde mujer.
Reflexionad, hoy, sobre esta santa mujer. Al final, Jesús exclamó: “¡Oh mujer, grande es tu fe!” Pero eso no sucedió hasta que expresó de todo corazón su fe con humildad y persistencia. Con ella como un ejemplo brillante, reflexiona sobre cómo oras a Dios. ¿Oras con fariseísmo, como si merecieras la misericordia de Dios? ¿Tiendes a ver a Dios como alguien que te debe algo? ¿Te enojas con Dios cuando Él no responde inmediatamente a tus demandas? Trata de humillarte como esta mujer. Ruega por lo que Dios quiera darte. Hazlo con perseverancia y la máxima confianza. Si lo haces, nuestro Señor no solo derramará las migajas de Su misericordia, sino que también te recogerá y te invitará a la comida gloriosa de Su abundante gracia.