¿Y porque eran dichosos? No era por su pobreza, sino por la sencillez de su corazón. Jesús no les estaba predicando una resignación con su pobreza, sino una declaración de la importancia de los pobres en los ojos de Dios. Ellos no debían resignarse a su estado de miseria, sino que seguir adelante con una visión de las posibilidades que tenían, como bien-amados de Dios. Era un mensaje de aliento, de esperanza y de alegría. Era un mensaje que solo ellos, los pobres, pudieron captar. Los ricos se veían justificados. Creían que su riqueza era señal de su favor con Dios. Pero Jesús estaba extendiendo a los pobres una visión inversa del Reino. En el Reino de Jesús, los que buscaban la verdad, la justicia y la compasión eran los dichosos. Este evangelio nos viene en buen momento. Vivimos en un mundo que mide el éxito por la riqueza que uno tiene. El Evangelio nos da una oportunidad para escuchar las palabras de Jesús como si fuera por primera vez. Debemos considerar nuestro corazón. ¿Somos complacidos? ¿Estamos satisfechos con los bienes del mundo? ¿O podemos ver el vacío en nuestro corazón y reconocer que necesitamos algo más? ¿Dónde estamos? Si podemos reconocer nuestra falta de compasión, de perdón y de generosidad, somos entre los pobres de la tierra. Si podemos ver nuestra necesidad de paciencia, de autosacrificio, de cambio de estilo de vida, somos entre los pobres de la tierra. Si podemos entender que hoy podemos empezar de nuevo, que podemos entrar en un camino de compasión, somos entre los pobres de la tierra. Y si podemos presentarnos antes Dios humildes y no llenos de si mismo, somos en buena condición de comenzar der nuevo. Con esta sabiduría podemos seguir adelante, sabiendo que nos encontraremos entre los dichosos del Reino.