Esta parábola es la tercera de tres parábolas que Jesús cuenta seguidas. El primero compara el Reino de los Cielos con un “tesoro enterrado en un campo”. Cuando una persona lo encuentra, vende todo lo que tiene para comprar ese campo. La segunda parábola compara el Reino de los Cielos con un mercader que anda en busca de perlas finas. “Cuando encuentra una perla de gran precio, va y vende todo lo que tiene y la compra”. En ambas parábolas, el descubrimiento del Reino de los Cielos es una gran alegría. La persona que descubre el tesoro o la perla está tan eufórica que está dispuesta a cambiar todo lo que tiene para obtenerla.
La tercera de estas tres parábolas, sin embargo, es muy diferente. En este caso, el Reino de los Cielos se asemeja a una red que reúne a todas las personas al final de la era y las separa, las buenas de las malas. La parábola luego concluye con una imagen aterradora. Los inicuos serán arrojados “al horno de fuego, donde habrá llanto y crujir de dientes”.
Al final, para aquellos que entren en las glorias del Cielo, habrá un gozo sin fin. Y este hecho debe entenderse para atraernos a esas riquezas de la gracia. La anticipación de tal regalo debería motivarnos a buscar diligentemente las muchas gracias que nuestro Señor desea otorgarnos. Pero a veces necesitamos un poco más de un empujón. Fácilmente podemos volvernos complacientes en nuestra vida de fe y nuestra búsqueda de la voluntad de Dios. Por eso, Jesús incluye la tercera parábola, esbozando las consecuencias que algunos sufrirán al final de los tiempos. Aunque no sea un pensamiento feliz, es un pensamiento santo porque revela la justicia y el juicio definitivos de Dios al final de los tiempos.
¿Crees en la Justicia de Dios? ¿Crees que Él dictará juicio definitivo sobre aquellos que rechacen Su santa voluntad en esta vida? ¿Crees que el Infierno es real y es una posibilidad para todos nosotros? Si este pensamiento es difícil de aceptar, entonces podría valer la pena seguir meditando en oración sobre esta tercera parábola. La justicia y el juicio son reales. Si no estamos completamente motivados en la vida para buscar diligentemente la gloria del Reino de los Cielos, entonces al menos debemos enfrentar honestamente la realidad de las consecuencias que nos esperan.
Reflexiona, hoy, sobre la gloria, la belleza y el esplendor de Dios. Traten de poner sus ojos de fe en el Tesoro del Reino de los Cielos. Permite que esta meditación en oración te inspire a hacer de la obtención del Reino de los Cielos tu única misión en la vida. Pero si lucha con este alegre descubrimiento, no dude en reflexionar sobre las posibles consecuencias. El Señor habla de estas consecuencias de la justicia y el juicio de Dios para nuestro bien a fin de evitar que se conviertan en nuestra realidad.