El Jueves Santo, cada parroquia celebró celebraciones litúrgicas separadas pero profundamente significativas. Dirigidos por Lisandro Albor y Anna Monique, los jóvenes del programa de confirmación desempeñaron un papel integral al darle vida al pasaje del Evangelio que representa a Jesús lavando los pies de sus discípulos, además de presentar un conmovedor Vía Crucis viviente.
Sin embargo, fue el Viernes Santo cuando las comunidades de Santa Isabel y Santa María realmente se unieron en una poderosa muestra de unidad. Ambas parroquias colaboraron para acoger el Vía Crucis Viviente, la veneración de la Santa Cruz, el Sermón de las Siete Palabras, la solemne procesión del silencio y el Santo Sepulcro.
El Vía Crucis Viviente comenzó en el estacionamiento de Santa María y continuó hasta Santa Isabel, donde se llevaron a cabo los solemnes ritos de veneración y sermón. La procesión de silencio volvió sobre los pasos del Vía Crucis, culminando en el estacionamiento de Santa María, mientras que el Santo Sepulcro encontró su lugar de honor en el Salón Parroquial de Santa María.
El Sábado Santo, las celebraciones regresaron a cada parroquia individualmente, brindando a los feligreses la oportunidad de reflexionar personalmente sobre el significado de la resurrección de Cristo.
Extendemos nuestro más sincero agradecimiento a todos los voluntarios cuya dedicación hizo posible estas celebraciones de Semana Santa, con un reconocimiento especial a los cerca de 30 monaguillos cuya presencia enriqueció los servicios litúrgicos.
En la unidad de fe y los lazos de comunidad, las celebraciones de Semana Santa en las Parroquias Salesianas de Santa Isabel y Santa María son un testimonio del espíritu duradero de devoción y compañerismo que caracteriza a nuestra congregación. Mientras llevamos adelante el espíritu de la Pascua, sigamos apreciando y alimentando los lazos de fe y compañerismo que nos unen como una sola familia bajo Dios.