Nos reunimos cada domingo para alabar y dar gracias a Dios, para saludar al Señor en cada uno, para escuchar al Señor a través de la palabra de Dios y para recibir al Señor en la Eucaristía. Humildemente pedimos a Dios el perdón y la gracia de perdonar al prójimo ya nosotros mismos por los males que nos hacemos unos a otros, confiando en que el Señor mira con favor a los humildes y misericordiosos. El Tiempo Ordinario nos da la oportunidad de centrarnos en los aspectos ordinarios de nuestra fe y darnos cuenta de su continuidad a lo largo de la historia. Toma el valor de la humildad. Siglos antes de Jesús, Sofonías le dijo a la gente de Judá que buscara la humildad. En los primeros años del cristianismo, Pablo explicó que Dios escogió a los humildes para mostrar que los arrogantes no son nada ante Dios. Finalmente, escuchamos a Jesús enseñar a sus discípulos que los mansos y humildes heredarán la tierra. Ahora, dos mil años después, que la palabra de Dios también nos llame a la humildad.