¿La vida es siempre justa? Parecería que no. Todos hemos experimentado situaciones en la vida en las que nos sentimos engañados. Los niños son especialmente sensibles a esto y a menudo se quejan con sus padres cuando sienten que los han tratado injustamente. Desde una perspectiva terrenal, es cierto que la vida no siempre es justa. Pero no debemos vivir según una perspectiva terrenal. Estamos llamados a vivir según la perspectiva divina. Desde esa perspectiva, al final todo es justo y la verdadera justicia se aplica a todos.
Cuando consideramos la cuestión de si la vida es justa o no, siempre debemos comenzar con el Hijo de Dios. Ciertamente Jesús no fue tratado justamente. De hecho, es difícil concluir que alguien que haya vivido alguna vez haya recibido un trato más injusto que Jesús, al menos desde una perspectiva terrenal. Era perfecto en todos los sentidos. Trató a todos a lo largo de Su vida con perfecta virtud. Él nunca mintió, engañó, robó, etc. Sin embargo, todos sabemos lo que le sucedió. Fue acusado falsamente, juzgado deshonestamente, abusado brutalmente y asesinado en una cruz. Desde una perspectiva terrenal, está claro que esto no fue justo.
La vida de Jesús, junto con la nuestra, no debe evaluarse desde la perspectiva de la justicia terrena. No es que la voluntad de Dios permita tratar a otros injustamente. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad moral de actuar con justicia como requisito mínimo. Pero también estamos llamados a exceder la justicia terrenal y vivir según el nuevo estándar de la gracia sobrenatural. Desde esa perspectiva, el sufrimiento y la muerte de Jesús no fueron trágicos; fue glorioso. Su Cruz no fue un instrumento de injusticia, fue Su trono sobre el cual estableció Su nuevo Reino. Una vez que la gracia entra en escena, toda aparente injusticia se pone patas arriba y debe verse desde una perspectiva diferente.
La parábola que leemos hoy nos presenta el escenario en el que Dios ha elegido otorgar Su gracia y misericordia en abundancia a todos los que acuden a Él. Nunca podremos ganarnos el derecho a Su misericordia. Nada de lo que podamos hacer nos dará jamás el derecho al regalo de la salvación eterna. Por lo tanto, esta parábola nos desafía especialmente a mirar el Cielo y la vida de gracia en la tierra desde la perspectiva del “don”. Todo es un regalo de Dios. Ya sea que nos convirtamos al final de nuestras vidas, después de vivir vidas pecaminosas, o si hemos pasado toda nuestra vida sirviendo la voluntad de Dios, al final todo es un regalo, todo es gracia. Sólo cuando comprendamos la bondad y la infinita generosidad de Dios seremos capaces de superar nuestras tentaciones hacia los celos y el egoísmo. Aquellos que han dedicado toda su vida al amor de Dios, si es un amor y servicio genuino a Dios, como resultado adoptarán la perspectiva de la mente y el corazón de Dios. Parte de esa perspectiva es el deseo ardiente de otorgar generosamente la infinita gracia y misericordia de Dios a todo aquel que se vuelve a Él. Incluso el pecador más empedernido que ha sido fuente de mucho dolor en la vida es candidato a la plenitud de la gracia de Dios si se arrepiente. Éste debe ser nuestro deseo. Debemos ser como el terrateniente de esta parábola que se regocija cuando los trabajadores llegan en la última hora y luego les prodiga el salario de un día completo. Esto no sólo es justo desde la perspectiva divina,
Reflexiona hoy sobre cuán profundamente deseas ver a aquellos que aún no han entregado su vida a Dios para venir a Él y recibir la plenitud de la gracia. Mírelos dentro del contexto de esta parábola. Examina lo que sientes por aquellos trabajadores que aún no han comenzado su servicio a Dios. Examina también tus sentimientos hacia aquellos que parecen no merecer la plenitud de la gracia de Dios. Si descubre que tiene celos o juzga a los demás desde la perspectiva de la justicia terrenal, esfuércese por eliminar esa perspectiva para que el deseo más profundo de su corazón sea ver a Dios otorgar la plenitud de su misericordia a todos en este mundo cuando se vuelven a Él con una corazón contrito.