Unidos a los educadores y ministros laicos que comparten nuestra misión, los salesianos de Don Bosco USA West, condenan todas las formas de racismo. Estamos indignados por las horribles acciones, las intolerables violaciones de la dignidad humana y la pérdida de vidas humanas que han ocurrido en las últimas semanas por otro afroamericano que demuestra que el racismo sigue siendo un pecado de nuestro país. Al igual que nuestro fundador, St. John Bosco, educamos y acompañamos a los jóvenes que a menudo se ven marginados de la sociedad sin voz para ser escuchados. Los rostros de George Floyd, Ahmaud Arbery, Breonna Taylor, Christian Cooper y muchos más antes de ellos se reflejan en nuestros estudiantes, sus familias y amigos. Hemos escuchado historias similares. Hemos visto cómo el racismo ha devastado el tejido de nuestra comunidad. Como San Juan Bosco nunca estuvo de brazos cruzados, nosotros tampoco permanecer indiferentes. No podemos permanecer al margen, indiferentes y silenciosos. El respeto por la vida de todos los jóvenes, sus familias y nuestros colegas nos llaman a la acción. Desafiamos a nuestros líderes comunitarios y gubernamentales a dejar de lado las diferencias y trabajar promoviendo leyes, acciones políticas y estructuras que sanen y cambien de raíz esta situación. Afirmamos nuestro compromiso de educar a los jóvenes para que sean agentes de diálogo y protagonistas en la creación de una sociedad más justa. Nos solidarizamos con todas las personas que son perseguidas injustamente y sufren discriminación étnica y racial que con demasiada frecuencia se expresan a través de la violencia. Escuchamos el grito apasionado de hermanas y hermanos frustrados e indignados. Nos unimos a ellos en su oración y protesta no violenta para ayudarnos a comprender y reconocer que necesitamos soluciones justas y justas a las atrocidades que niegan la dignidad humana básica. Compartimos el dolor y rezamos por las vidas perdidas y el consuelo de las familias que lloran su muerte. Continuamos escuchando y aprendiendo para celebrar la riqueza de nuestras diversas comunidades y buscar la reconciliación cuando no hemos reconocido nuestra parte en perpetuar el dolor del racismo. Creemos que el racismo es un problema de la vida. Guiados por el Evangelio y nuestra Doctrina Social Católica, renovamos nuestro compromiso de trabajar juntos incansablemente para elevar las voces y la vida de quienes están al margen; buscando formas de amplificar mejor las historias, experiencias y perspectivas de todos nuestros hermanos y hermanas. La defensa a favor de los marginados, especialmente los jóvenes, es parte integral de nuestra forma de ministerio, educación y espiritualidad. Unidos de la mano, independientemente de nuestro camino de vida o fe, nos mantenemos unidos contra la opresión, especialmente en estos momentos de dificultad. El amor nos mueve a afrontar el racismo con valentía. Requiere que lleguemos a las víctimas de este mal, ayudando a la conversión necesaria en aquellos que aún albergan el racismo, y para comenzar a cambiar las políticas y estructuras que permiten que el racismo persista.