De todas las grandes fiestas que celebramos dentro de la Iglesia a lo largo del año, la Solemnidad de hoy nos presenta un Misterio tan profundo y trascendente que nuestra eternidad la pasaremos en perpetua contemplación. La Trinidad, la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, nunca envejecerá, nunca será plenamente comprendida, y será motivo de nuestra eterna adoración y gozo. Aunque la Iglesia ha utilizado conceptos filosóficos para explicar la Trinidad, ningún concepto o descripción humana explicará por completo quién es Dios. Aunque podemos señalar algunas verdades generales acerca de Dios, nunca podremos describir completamente la esencia interna, la profundidad, la belleza y la omnipotencia de la Trinidad.
Al considerar ese hecho, es importante entender que la Trinidad no es primero un misterio teológico que tratamos de definir. Más bien, la Trinidad es primero una comunión de Personas que estamos invitados a conocer. Principalmente no llegamos a conocer a Dios a través de la deducción intelectual. Llegamos a conocer a Dios a través de la unión en oración con Él. Aunque la teología es excepcionalmente útil e importante, la esencia de Dios está más allá de cualquier concepto filosófico que podamos definir.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Personas. Y como Personas, quieren ser conocidas. Y quieren darse a conocer principalmente a través de una vida de oración profunda e íntima. Orar a Una Persona, por supuesto, es orar a todos, ya que son Un Dios. Pero estamos, no obstante, llamados a una relación de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y aunque nuestras mentes débiles no puedan comprender completamente la esencia de Dios, Él nos llevará más y más profundamente a un conocimiento de Él si se lo permitimos. La oración a menudo comienza diciendo oraciones, meditando en las Escrituras y escuchando. Pero la verdadera oración es algo mucho más profundo. La verdadera oración es la oración contemplativa que finalmente conduce a la unión divina. Solo Dios puede iniciar esta forma de oración en nuestras vidas, y solo Dios, a través de esta forma profunda de oración, puede comunicarse con nosotros tal como es. Algunos de los más grandes místicos de nuestra Iglesia, como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, explican en su teología mística que el conocimiento más profundo de Dios no llega a través de conceptos o imágenes. De hecho, si deseamos obtener un conocimiento de Dios en Su esencia, debemos permitirle que purgue todo concepto de Quién es Él para que la luz pura de Su esencia pueda derramarse sobre nuestras mentes. Este conocimiento, dicen, está más allá de saber “sobre” Dios. Es el comienzo de un conocimiento “de” Dios.
Reflexionad, hoy, sobre la Santísima Trinidad. Mientras lo haces, di una oración a Dios pidiendo un conocimiento más profundo e íntimo de Él. Pídele que te comunique Su amor divino y que abra tu mente y tu corazón a una comprensión más profunda de Quién es Él. Traten de humillarse ante el gran Misterio de la vida interior de Dios. La humildad ante el Misterio de Dios significa que sabemos lo poco que sabemos de Él y lo poco que sabemos de Él. Pero esa humilde verdad te ayudará a acercarte a la relación más profunda de amor a la que estás llamado.