En la lectura del libro de los Macabeos se nos presenta hoy el admirable ejemplo de esa buena mujer que, desde su honda fe, anima a sus hijos a ser fieles a Dios, superando las tentaciones, los halagos y las torturas que intentaban desviarlos de la fe en Dios. Lo de comer o no unos determinados alimentos no tiene importancia de por sí; lo que se es importante es la fidelidad a la fe que tienen en Dios y en Cristo, su hijo, aquellos fieles creyentes que viven en medio de los paganos, como los que los persiguen y torturan. La lectura que hemos hecho resalta en este episodio, sobre todo, la fe que muestran los protagonistas en la resurrección y en la otra vida. La misma lección que vamos a encontrar en el evangelio. También San Pablo en la segunda lectura anima a los cristianos de Tesalónica, en Grecia, a que se mantengan perseverantes en el camino de la fe que es, además, un motivo de edificación para todas las comunidades, transformándonos, así en apóstoles para quien nos vea. Les advierte, por otra parte, que no les esperan buenos tiempos, sino persecuciones y la constante tentación del mundo pagano que les rodea. El Apóstol les dice, además, que el Señor que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno; y termina diciéndoles que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo (2 Tes 3, 3-5).