Celebrada el último domingo del año litúrgico, la Solemnidad de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pio XI en 1925 con la encíclica Quas primas para responder al creciente secularismo, exponiendo que intentar “[alejarse] de Jesucristo y de su ley santísima” en la vida pública tendría como resultado una continua discordia entre los individuos y las naciones. Esta solemnidad cae en el último domingo del tiempo ordinario. La liturgia nos propone las lecturas de la coronación de David como rey y la escena del buen ladrón. La primera lectura nos relata la unción de David como rey de Israel. Los profetas habían vaticinado que el Mesías seria descendiente suyo. Usando esta línea argumental se presenta hoy esta lectura para nuestra consideración con la intención de exponer de este modo que Jesucristo, el Mesías, es el nuevo rey, es decir se postula como nuestro rey. Así se introduce el relato evangélico. En él se nos dice que en el testero de la cruz se podía leer. “El rey los judíos”. Pero resulta que el trono es una cruz; su lógica no es la de este mundo. De hecho, en su mismo trono, y camino de él, ha sido objeto de burlas e improperios. Incluso ya clavado en la cruz, donde aparecen dos bandidos ajusticiados con él, uno de ellos el buen ladrón.