En el Evangelio de hoy, Jesús les dice a los invitados a una fiesta que acepten sus invitaciones con humildad, que se conformen con el lugar más bajo en la mesa. Somos invitados a una fiesta hoy por nuestro Señor a esta maravillosa comida eucarística. Venimos con humildad, reconociendo nuestras imperfecciones y pecaminosidad. Jesús también le dice al anfitrión que invite a los que no son ricos, que no pueden pagarle en misma manera. Nuestro anfitrión hoy en esta fiesta es Jesús, quien ofrece su mismo cuerpo y Sangre por nuestra redención. No hay manera de que realmente podamos pagarle por su generosidad y misericordia. Demos gracias por su constante invitación. En la primera lectura Sirácido usó aforismos como Jesús usó parábolas: para enseñar a su audiencia cómo hacer funcionar los mandamientos de Dios. Hoy escuchamos que tanto el Sirácido como Jesús nos aconsejan que actuemos con humildad. Sirácido nos dice que gozaremos el favor de Dios; Jesús imagina un banquete de bodas donde el anfitrión invita a la persona que tomó el último asiento a subir a una posición más alta. Con verdadera humildad, porque todos somos pecadores, escuchemos hoy la palabra de Dios.