Nuestro Evangelio de hoy nos presenta dos imágenes diferentes para reflexionar. El primero está registrado arriba, y el segundo es la historia de Jesús caminando sobre el agua. En el segundo piso, los discípulos estaban remando contra el viento y las olas temprano en la mañana antes de que saliera el sol. Jesús se les apareció caminando sobre el agua y se asustaron. Jesús confronta el miedo que experimentan y llama a Pedro a caminar sobre el agua como señal de su fe en Él. Peter comienza a caminar sobre el agua y luego, con miedo, comienza a hundirse. Él clama a Jesús, quien lo atrapa y luego reprende suavemente a Pedro por su falta de fe. Es útil entender la primera imagen en este pasaje del Evangelio como contexto para la segunda. En esta primera imagen vemos a Jesús despidiendo a la multitud después de dar de comer a los cinco mil y subiendo a un monte a orar solo. Aunque Jesús siempre estuvo en perfecta unión con el Padre y, por lo tanto, no tenía necesidad de orar, no obstante oró porque era Su expresión humana de la profunda unión que tenía con Su Padre. Mientras oraba, también dio un ejemplo a todos los que lo seguirían, enseñándoles con Su ejemplo acerca de la importancia de la oración privada. La principal lección que enseñó en esta ocasión fue que la oración es la preparación remota que necesitamos para vencer todos los obstáculos aparentes de la vida y enfrentar el miedo con fe perfecta. Primero, el “obstáculo” obvio que Jesús superó a través de Su oración fue simbolizado por Su caminar sobre el mar tempestuoso. Nadie camina sobre el agua. Es físicamente imposible. Pero ese es el punto. Cuando hacemos de nuestra vida de oración personal una prioridad, Dios nos llevará a lograr lo que nos parece imposible. Puede que no sea caminar sobre el agua literalmente, pero Su caminar sobre el agua después de pasar la noche en oración es un símbolo de cada aparente imposibilidad que enfrentamos en la vida. La lección es que si Dios lo quiere, nada es imposible. Lo sabremos si hacemos de la oración personal nuestra primera prioridad. Un segundo obstáculo que enfrenta Jesús es el miedo. El miedo es paralizante y hace que nos “hundamos” cuando la vida se vuelve difícil. Una vez más, la oración personal es la preparación necesaria para vencer el miedo. Lo interesante es que tenemos dos testigos de oración. Primero está el testimonio de Jesús. Oró porque era bueno y correcto orar. El segundo es Pedro. Rezó cuando empezó a hundirse. Él dijo: “¡Señor, sálvame!” Esta es la oración de alguien que no tuvo fe y oró por una necesidad presente en lugar de por puro amor a Dios. Con demasiada frecuencia, Pedro ejemplifica la vida de oración que tienen muchos cristianos. A menudo esperamos para orar hasta que necesitamos ayuda y nos estamos hundiendo. Pero, ¿y si Pedro también hubiera pasado la noche en oración simplemente por amor a Dios? ¿Y si acababa de terminar de orar toda la noche cuando lo invitaron a caminar sobre el agua? Quizás entonces habría caminado fácilmente hacia Jesús y no habría cedido al miedo. Reflexiona hoy sobre hacer de tu vida de oración la prioridad número uno en tu vida. Tal vez usted tiene muchas responsabilidades en la vida. Nada es más importante que orar, y no solo cuando te sientes atrapado o sientes que te estás hundiendo. En cambio, todos debemos establecer un hábito inquebrantable de oración a Dios por la singular razón de que es bueno y correcto hacerlo. El fruto de tal vida de oración es que no importa qué obstáculo se nos presente, tendremos la fe que necesitamos para seguir cada mandato de nuestro Señor, venciendo incluso lo que parece imposible.