Claramente, este dicho es un juego de palabras que pretende hacerte detenerte y pensar. Es casi como un acertijo santo y sagrado, pronunciado por Jesús para llamar su atención y comunicar una verdad muy profunda y fundamental sobre cómo debe vivir. Esencialmente, este dicho enseña que aquellos que viven de manera egoísta y egocéntrica no logran su objetivo. El objetivo de aquellos que son egoístas es elevarse pensando que esto es lo mejor para ellos. Pero Jesús claramente señala que cuando vives de manera egoísta, buscando ponerte por encima de los demás, pierdes lo más importante en la vida. Pierdes tu alma. Por el contrario, si vives desinteresadamente, poniendo a los demás antes que a ti, es en este acto que realmente encuentras tu verdadero propósito en la vida y te realizas en el nivel más profundo.
Piensa, por ejemplo, en Jesús. Él es Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, existente por la eternidad en perfecta unión con el Padre y el Espíritu Santo. Su alma irradia amor puro. Y por eso eligió hacerse humano, sufrir mucho y morir. ¿Fue eso satisfactorio para nuestro Señor? Seguramente. ¿Por qué? Porque Su sacrificio fue al corazón de Quién es Él. Él es el Amor mismo. Y el amor es siempre entrega de uno mismo. Siempre es satisfactorio. Siempre busca el bien del otro. El amor llena al amante cuando es puro, santo, desinteresado y total. La muerte sacrificial de Jesús en la Cruz no solo nos redimió, sino que también manifestó la perfecta realización y satisfacción del Hijo de Dios en Su naturaleza humana porque Su muerte fue un acto de amor puro.
El pecado nos confunde. El egoísmo nubla especialmente nuestro pensamiento. Como resultado, se hace difícil ver claramente que el camino hacia la plenitud en la vida es el sacrificio completo e inquebrantable de nuestra vida entregada a los demás, a imitación y en unión con el sacrificio perfecto de Jesús. En el momento en que el pecado nos lleva a pensar primero en nosotros mismos, empezamos a cegarnos ante quiénes somos y qué nos hace verdaderamente plenos.
Reflexionad hoy sobre la misión divina que os ha sido dada de perderos por Cristo, que es por amor verdadero. Al amar a Dios ya los demás de esta manera pura, desinteresadamente, te conviertes en quien eres y en quien fuiste creado para ser. Sólo te encuentras eligiendo perderte en este mundo. Reflexiona sobre este profundo misterio y créelo. Una vez que lo creas, comprométete a vivir con sacrificio, desechando toda duda, para que nunca dudes en amar a todos con sacrificio. Porque en ese acto radical de amor desinteresado, descubrirás y te convertirás en quien fuiste creado para ser.